miércoles, 19 de agosto de 2009

Llegamos antes del medio día, el viento que ya sopla fuerte y los vestigios de los que fueron campos plenos de mazorcas nos recuerdan que ya se acercan los días de las heladas y de nieve. Entre un camino de tierra y piedra hago camino a una cabaña de madera, humilde. En la entrada sacos de grano que no se pudieron sembrar, no hubo lluvia este año y las cosechas fueron pobres, unas cuantas calabazas y un par de cachorros de perro flacos y llorando de hambre. La cabaña es cálida por dentro arde leña en la estufa, donde se alcanzan a ver latas de atún y sardinas de la cena de anoche. Me recibe una anciana, con gesto tierno y que me invita a pasar y a tomar café. Escucho a la pequeña, su respiración es rápida y superficial, le acompaña un quejido y una tos fuerte. La reviso, la veo perdida, casi en un sueño, veo la cara de la madre, un rostro de preocupación. La pequeña no habla ni puede caminar, y antes tales incapacidades se limita a hacerme muecas de angustia. Decido trasladarla al hospital lo más pronto posible, instruyo a la madre tomar cobertores y algunas prendas en preparación para una estancia en el hospital.
Llega el vehículo de la policía que nos ha de llevar. Subo a la parte de atrás y tomo a la pequeña en mis brazos para permitir que el padre y la madre suban. Y ahí sucedió todo, heme aquí sosteniendo a una pequeña, enferma, débil, indefensa. Fue como si mi corazón se expandiera en mil direcciones como si me colmara de una capacidad de identificarme con el dolor de este ser y hacerlo mío. Pero fue más allá, sentí el dolor y la angustia de sus padres, sentí el dolor y angustia de todos aquellos que no pueden ayudar a sus seres queridos. Y entonces entendí que no estaba cargando a una extraña, sino que me estaba cargando a mí mismo. En esa pequeña se encontraban también identificados mis debilidades, mis temores, mi soledad. Entendí la compasión no como un acto externo donde se experimenta condescendencia de un superior a alguien inferior. Sino como la plena identificación con el sufrimiento de iguales. Al protegerla, protejo en mi la capacidad de amar, de nutrir, de entender que no existe ellos y yo. Que en esencia no estamos separados y mucho menos solos. Al cargar a esa pequeña, al cargarme a mí mismo y tener la capacidad de amarme tan profundamente. Algo cambio en mí, ya no había a quien odiar y tampoco una razón para hacerlo. Se derribaron por un momento las paredes compuestas por mi aversión y conceptos erróneos, perdieron sentido mis temores, caprichos, vicios, adicciones y resentimientos. Por ese momento abrase y sostuve en mis brazos a la humanidad misma. Nada que odiar, nada que perdonar, nada de que esconderse o de que correr. Nada que buscar, nada que descubrir y nada nuevo que experimentar. Solo la paz, que no es la ausencia de caos, sino la paz que viene de la aceptación que todo está bien.

3 comentarios:

  1. Wooow.. me encanto Mi monje querido... la descripción de la compasion de la que hablas, es justo a la que todos debemos aspirar.. de hacer el dolor ajeno el propio y solo así no nos quedaremos indiferentes...

    Besos! me encantó que ya hayas sacado tu blog!

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  2. Todos tenemos esa capacidad pero no sabemos verla, nos hemos vuelto tan egoístas, que bueno que hay gente como tú aún con la cual personas como yo nos podamos identificar y podamos ver alguna esperanza aún...Gracias!

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  3. Mi estimado sensei... cuando empiezo a leer tu post me es imposible comenzar a adentrarme en la narrativa, evitar sentirme parte de una novela, de una historia donde quiero extender mis brazos y ayudar a la pequeña, consolar y orientar a la familia... Y es ahi cuando me doy cuenta que no es una novela, no es ninguna fantasia, fue tu realidad, increible, magica, espiritual y educativa.

    En estos momentos principalmente donde todo parece nublar nuestra intension y nuestro objetivo, donde el camino se siente todavia mas solo, como si estuvieramos recorriendo una vereda en un atardecer, asustados por darnos cuenta de que somos responsables de nuestros pasos anteriores y de nuestros futuros pasos, asustados por afrontar la vida de la manera en que se nos presenta... Solo basta con repasar esa parte de tu diario, donde sumergido en la adversidad lograste descubrir el porque has elegido el camino que tomaste y cuan decidido estas para hacer realidad tus mas anhelados deseos, leyendo tu diario nos demuestras que sobretodo estando en las condiciones mas adversas encontraremos la paz y la iluminacion...

    Es cuestion de volver al principio cada vez que tengamos esa sensacion de abandono, desesperacion, frustracion, entre otros sentimientos negativos y de inseguridad... Volver a esa pequeña habitacion humilde para encontrarnos con esa niña indefensa en salud, eh increiblemente capaz de enseñarnos una leccion de vida.

    Continua tu camino mi amigo, que por mas debil sientas que son los pasos siempre estaremos ahi para apoyarte y seguirte motivando y continua escribiendo... Tus grandes palabras de iluminacion, de experiencia y de amor nos han enseñado a muchas personas como podemos seguir respirando y meditando en nuestra realidad, como con amor y entendimiento nuestra realidad siempre sera la correcta.

    Mucho animo en esta dificil tarea que es la busqueda de la iluminacion mi amigo, te envio un fuerte abrazo.

    JoePollo

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